Los deslizamientos de las fallas en las placas de la densa corteza oceánica causan los terremotos y tsunamis más destructivos en Tierra: 1964 en Alaska; 2004 en Indonesia; 2011 en Japón. Las señales de radio del GPS no pueden penetrar el abismo, pero los científicos creen que nuevos drones oceánicos pueden simplificar y optimizar esta tarea.

Actualmente, para medir los movimientos bajo el agua, los científicos confían en una cadena tipo margarita en la que un barco rastrea las balizas acústicas en el fondo del mar, y el barco, a su vez, fija su posición con GPS. Es una operación que puede ser precisa pero es bastante costosa. Por eso un equipo dirigido por David Chadwell, geofísico de la Institución de Oceanografía Scripps en San Diego, California, quiere suplantar los costosos vascos con drones oceánicos.

“Va a hacer una gran diferencia”, dice Laura Wallace, científica geodésica de GNS Science en Lower Hutt, Nueva Zelanda. La Fundación Nacional de Ciencias de EE. UU. (NSF, por sus siglas en inglés) concedió una subvención de $ 5.5 millones al equipo de Chadwell para comprar balizas para 16 sitios del fondo marino y tres drones para monitorearlos, más del doble de la capacidad de los científicos estadounidenses para rastrear los movimientos del fondo marino.

Los científicos de la Tierra usan el GPS para medir la tensión que se acumula silenciosamente entre terremotos, pero solo obtienen la mitad de la imagen al no centrarse en las mediciones de alta mar. El GPS acústico, que rastrea las balizas del fondo marino en barco, es una forma costosa de obtener estos datos. Japón ha gastado más de $ 3 mil millones en GPS acústico en los últimos 10 años para monitorear sus peligrosas fallas en alta mar. La respuesta más rentable la encontró Chadwell a través del Wave Glider.

En 2012, Chadwell comenzó a explorar si el Wave Glider, un dron desarrollado por Liquid Robotics en Sunnyvale, California, podría reemplazar a los barcos. Se trata de una nave tipo dron de 8 metros de largo con un tubo 8 metros hacia abajo, forrado con aletas oscilantes, que cosechan energía de las olas del océano. Con un costo de solo $ 500 por día, el dron podría llevar una unidad de GPS y permanecer durante semanas en un círculo cerrado sobre las balizas del fondo marino. 

El dron fue probado en 2016 en Cascadia, y según Chadwell, su uso no se limita a las zonas de subducción. Podría colocarse en donde se separan las placas tectónicas, que se encuentran casi todas bajo el agua, o incluso instalarse en los flancos de los volcanes submarinos, que se inflan antes de la erupción.

Se espera que esta subvención de la NSF concluya en un proyecto mucho más grande. Hablamos del anteriormente conocido Observatorio de la Zona de Subducción y ahora llamado SZ4D, que costaría cientos de millones de dólares y monitorearía intensamente las zonas de subducción, tal vez incluso alcanzando una magnitud de 9 terremoto en acción. 

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